Cuando me convertí en mamá, empecé a devorar lecturas y a asistir a talleres y charlas sobre crianza. Tenia claro que no quería criar a mi hija, primero, y luego a mi hijo, de la forma «estándar» que la sociedad nos impone, o que hemos mamado desde pequeños.
Yo había preparado como buena madre primeriza toda mi canastilla con las cositas que el bebé necesitaría, chupetes, biberones, un sin fin de ropita y vestiditos con encajes y lacitos, un explendido cochecito con sábanas preciosas, una maravillosa cuna, que era reliquia familiar, vestida y adornada con un dosel de cuento… También tenia pensado como sería su habitación. Que colores llevaría, como iba a prepararla… todo.
Hasta que llego al mundo mi pequeña y me di cuenta que la maternidad iba de otra cosa, y que yo elegía vivirla de otra manera. En cuestiones logísticas fui a lo practico, y al final acabé usando la ropita mas cómoda, durmiendo con ella para que no llorara y porque, todo hay que decirlo, me encantaba y me encanta dormir con mis hijos, sentir sus cuerpecitos, notar su respiración, acurrucarlos y verles sus caritas mientras duermen. Descubrí también que era eso de portear a los bebés, y los cogí y los acuné todo lo que quise, sin miedo a que se acostumbraran a mis brazos.
Pero eso que llamaban «crianza con apego» o «crianza respetuosa» iba mas allá de todo eso. No consistía en hacer colecho, portear y dar teta. Había mas. Mucho más.
Y cuando empecé a indagar, había todo un arsenal de información sobre como había que criar con respeto a un niñ@, y empecé a informarme y formarme sobre todo ello. Multitud de temas salían, el sueño, la alimentación, los límites, el juego, el control de esfínteres, los premios y los castigos, el aprendizaje no directivo… y cada etapa iba relacionando una cosa con otra. Esto era un no parar.
Y de repente, ahí estaba yo, intentando ser una madre respetuosa de manual. Ahí estaba yo con mi mochila a cuestas, con todas mis vivencias y toda mi historia personal, intentando criar a mis hijos como » había que hacerlo». Porque si, porque era lo mejor para ellos. Porque se merecían eso y mas.
«la crianza respetuosa empieza a dejar de llamarse así cuando nos olvidamos de nosotras mismas.»
Y sin darme cuenta, fui poniendo todo el foco en sus necesidades, olvidándome de las mías, sin saber que la crianza respetuosa empieza a dejar de llamarse así cuando nos olvidamos de nosotras mismas.
El respeto no es unidireccional, y si quiero criar a mis hijos de una forma respetuosa, lo primero que tengo que enseñarles es que mamá también se respeta a si misma. También se quiere. También se cuida. El respeto está en la unidad familiar, tratando de llegar a un equilibrio entre las necesidades de todos, donde todos nos sintamos a gusto.
Por eso, cuando me di cuenta de todo esto, en vez de crianza respetuosa, empecé a llamarla crianza consciente.
Soy una mamá consciente, que indaga y se informa, que conoce y sigue tratando de conocer que es lo ideal para el desarrollo de un niño, que se sabe la teoría y que intenta aplicarla como puede y quiere, tratando de buscar un equilibrio y una coherencia en su sistema familiar.
Con esto no quiero decir que todo vale, no. Por supuesto, es nuestra RESPONSABILIDAD propiciar un escenario donde criemos a nuestros pequeños desde la empatía y el amor, es vital entender sus ritmos, sus periodos evolutivos y poder respetarlos, facilitar un ambiente donde puedan desarrollarse de forma genuina, auténtica, sin tratar de cambiar quienes son, aceptándolos y amándolos por lo que son y no por lo que queremos que sean. Es vital informarnos y empoderarnos, apostar por ellos, porque son el futuro, porque se lo merecen, porque los amamos.
Pero ya esta bien de culpas. De sentirnos mal y sacar el látigo, de torturarnos por lo mal que lo estamos haciendo. Vamos a dejar la culpa de lado, que nos ancla al victimismo, y asumamos nuestra responsabilidad para con nuestros pequeños y con nosotras mismas. Vamos a mirar hacia dentro, a sanar y a sacar nuestra mejor versión siendo compasivas, reconociéndonos, tomando conciencia y aprendiendo de nuestros errores.
Vamos a mirar este camino como un aprendizaje y a disfrutar de nuestras maternidades desde las adultas que somos, eligiendo crecer, eligiendo acompañar y eligiendo respetar-nos.
La maternidad es la oportunidad de volver a vivir todas esas etapas que un día viviste de niña, desde la conciencia, con perspectiva, pudiendo sanar ahora, pudiendo elegir ahora. Es un camino hacia ti misma. Disfrútala. Vívela conscientemente.
Vamos a humanizar la maternidad.